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16/11/10

“Cyrus”: Guerra de vampiros de afectos


“Cyrus” es divertida en algunos momentos y suavemente dolorosa en otros. Una entretenida película sobre las relaciones personales y familiares vampíricas, sobre la educación sentimental y la soledad. Buenas interpretaciones.

Con el tono ligero de la comedia americana pero amenazando con una carga de profundidad que no llega a explotar, los hermanos Jay y Mark Duplass se acercan a la triste vida de tres individuos que lloran su soledad y que anhelan un amor que les saque del estado de desorientación en el que viven. En “Cyrus” asistimos a una atípica relación sentimental a tres bandas, donde el triángulo amoroso está compuesto por un hombre maduro recién divorciado, una hermosa mujer abandonada y un hijo enmadrado. De esta manera, tenemos a dos hombres que competirán por el amor de una mujer, y a una madre desalentada y ciega ante la realidad que tiene en casa. Un planteamiento original que contempla los distintos tipos de amor y sus nocivas desviaciones, que lo hace desde el humor y abriendo muchas posibilidades al caos emocional de sus personajes… aunque no las llega a exprimir ni desarrollar.

En la primera escena vemos cómo John se halla sumido en la depresión al enterarse de la inminente boda de su ex-mujer, y cómo la suerte parece favorecerle cuando conoce a Molly en una fiesta… y se enamoran. El problema llega con el hijo de ella, Cyrus, un joven de 21 años que no está dispuesto a perder el amor exclusivo de su madre, por lo que empleará todo su arsenal para que la prometedora relación no prospere. Cámara en mano y con un ágil puesta en escena, asistimos a una lucha entre la sinceridad y la simulación para salirse con la suya, entre la soledad y el desencanto tras experiencias fracasadas, con tres lobos hambrientos de afecto y una madre ingenua para quien su hijo es siempre su niño… aunque haya adquirido tanta experiencia como para manejar a su antojo varias vidas a la vez.

Tras un comienzo que es toda una caja de sorpresas y de situaciones desconcertantes, se desata pronto una guerra sin cuartel entre los dos “hombres de la casa”, y la comicidad alcanza su punto álgido entre las mentiras y empeños por llevarse el gato al agua —en las mejores escenas de la película—, para en el último tercio volverse convencional y previsible pero también placentera, con un guión que cede ante la taquilla… y corta las alas a dos interpretaciones, las de John C. Reillyy Jonah Hill —su doble registro de Cyrus es admirable—, hasta entonces rebosantes de ingenio, autenticidad y frescura. Una cinta sobre las relaciones personales y familiares vampíricas —en el sentido psicológico—, sobre la educación sentimental y la soledad, con un Peter Pan manipulador y un Shrek de noble corazón que libran un duelo adolescente de gran altura, en su intento por hacerse dueños del afecto de una mujer solitaria.

Divertida en algunos momentos y suavemente dolorosa en otros —pero siempre contenida—, con un punto de acidez y sin caer en lo sórdido, esta entretenida película se sostiene sobre una idea ingeniosa y unas excelentes interpretaciones, pues a las anteriores habría que sumar las de Marisa Tomei y Catherine Keener. Aunque desaprovecha el filón de explorar las relaciones madre-hijo o la mente de ese posesivo y tiránico Cyrus —que haría las delicias de cualquier psicoanalista—, y prefiere centrarse en los dos rivales, está asegurado el entretenimiento y alguna que otra interesante reflexión, con lo que ésta comedia con sabor independiente se presenta como una atractiva y simpática guerra de vampiros de afectos… sin que la sangre llegue al río.